EL BOSQUE ENCANTADO (por Juan Saborido)

En nuestra casa común, la Tierra, existen lugares incomparables a cuál más hermoso. Puede que alguno de ustedes haya tenido alguna experiencia en alguno de esos lugares, y la tengan escondida en los armarios de su memoria, ya sea por su belleza o por la experiencia vivida en ellos; lugares especiales que son como suaves puentes que nos abren a espacios desconocidos.

Traspasar los espacios del tiempo, parece algo difícil, sobre todo hoy que vivimos enganchados a los móviles y a los ordenadores, esto trae consigo la pérdida paulatina de la capacidad de imaginar y de volar por esos espacios que nos ofrece la naturaleza y sobre todo nuestra imaginación. Os propongo un cuento:

Érase una vez que se era un pueblo situado en medio de un gran bosque, rodeado de ancestrales árboles y cruzado por un raudo y cantarín rio. Sus habitantes vivían de la tierra, del ganado y de la fuerza que les proporcionaba el rio. La mayoría de ellos eran personas sencillas que habían decidido salir de sus ciudades de orígenes y se habían ido adaptado a un modo de vivir más en consonancia con el ritmo de la naturaleza.

Entre ellos vivía uno de esos personajes que parecía haber salido de una de esas historias de leyendas ancestrales, no sólo por su apariencia, sino también por su modo de vida, era conocido por el brujo. La primera impresión es la de una persona osca, aunque su rostro, poblado de una frondosa barba, era iluminado por sus ojos que transmitían profunda serenidad. Todos sabían que vivía en lo profundo del bosque y sólo venía a compartir su recolección de plantas medicinales, y sobre todo a relatar historias a los niños, jóvenes e incluso a los adultos que le escuchaban con atención.

Uno de estos jóvenes era un chico inquieto, tenía la costumbre de interrumpirle incesantemente con toda clase de preguntas; a pesar de ello jamás le increpó por ser tan inoportuno, sólo lo miraba y le respondía con enigmas, aumentándole aún más la intriga del chico. Una de esas tardes en las que el aire se había vuelto acogedor, en aquellos atardeceres, el anciano, sentado en la plaza, relataba una historia intrigante. Les hablaba de un puente que, al cruzarlo, transportaba a las personas a otro lugar y que aquel que se atrevía a cruzar nunca volvía igual que antes, se había transformado en otra persona.

Tal fue el impacto que produjo en nuestro joven que ese día no lo interrumpió en ningún momento; el anciano le miraba de reojos, adivinando el fuego que percibía en sus ojos. Cuando todos se dispersaron solo quedo el joven y el anciano.

Se incorporó apoyándose en su callado, se acercó a él, con una sonrisa en los labios y le dijo.

-Oye chico, hoy ¿Te ha comido la lengua el gato?

Hubo un silencio de muradas entrecruzadas, esperando una respuesta del joven.

− Llévame a ese lugar, quiero ir.

El anciano entrecerró sus ojos, y frunciendo el ceño, le preguntó.

− ¿A qué te refieres? 

                 − A ese puente de la historia, quiero conocerlo.

Despejando su rosto comenzó a reír.

      Es sólo un cuento, una leyenda y además eres joven para eso, ¿no crees?

      Acabo de cumplir quince años ya soy un hombre, y creo que lo que nos has contado no es un cuento.

El anciano volvió a fijar su mirada en él, encontrando en ella el fuego que ardía en su interior.

           Mañana diles a tus padres que vendrás conmigo a recolectar unas hierbas muy                      especiales, saldremos al amanecer, llévate algo para el camino.

Amanecía lentamente, y los primeros rayos de sol dispersaban la bruma del bosque, dejando que se elevasen los aromas de la tierra, del enebro, salvia, ajenjo, … Los primeros trinos despertaban el bosque. El chico ya había salido de casa y en la plaza le esperaba el anciano con su alargado bastón y una suave sonrisa en su rostro.

                Buenos días joven ¿Estas preparado?

              Buenos días ¡Claro, faltaría más!

Partieron alegremente, mientras el chico le azuzaba con preguntas ¿Dónde está es puente? ¿Está muy lejos? ¿Cómo es? …. El anciano reía y por respuesta

           ¡Ya lo veras! No te precipites hay que llegar y aunque está un poco alejado, cuando menos te des cuenta habremos llegado.

Se introdujeron en el bosque, y a modo de distracción le iba informando de las diversas plantas y sus propiedades, algo que hizo que la atención del chico se desviara de su propósito. Y cuando el sol ya alcanzaba su cenit, al torcer en un recodo, en la espesura del bosque, apareció un puente. Daba la impresión de estar cubierto por un reluciente traje de enredaderas que reflejaban los rayos de sol; parecía muy antiguo y cansado por el peso de los años. Sorteaba las aguas de un cantarín rio. Se detuvieron ante él, y señalándolo le dijo.

    Este es el puente.

El chico le miró con desconcierto y asombro.

     − Pero este es un puente normal y corriente, abuelo.

     − Eso es lo que tú crees chico, pero que no te engañe tu vista. No todo lo que crees                     ver es  la realidad.

               No entiendo ¿Qué me está diciendo?

           ¡Compruébalo por ti mismo! No querías conocerlo, hay lo tienes … ¡vamos adelante!                 crúzalo

            −  Pero ¿Qué ocurre después?

           ¡Ah! Eso yo no lo sé, eso sólo depende de ti, el que lo cruza tendrá la respuesta.

Observaba su rostro de preocupación mezclado con el deseo y la tensión  de la aventura unida al miedo.

           Vamos chico ¡Ánimo! no te preocupes, yo estaré aquí cuando regreses.

Avanzó lentamente, acompañado por el sonido del agua, que saltaba de piedra en piedra, del canto de las aves, y del aroma del bosque, traspasó el puente…

 Y cuentan los lugareños del pueblo, que, al cabo de los años … del bosque llegó un hombre alto joven que contaba historias y curaba con plantas a los habitantes del bosque encantado …

Vivimos ajenos y separados de la naturaleza y por ende de nosotros mismos, ¿Te atreves a cruzar la delgada línea que separa la ficción de la realidad? ¿Crees que todo lo que ves y experimentas es real?

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